Guía N° 2
Feb tema II 5 GRADE 19/02/18
Tema: La
leyenda.
Las leyendas son relatos
fantásticos de una comunidad, que explican su historia, sus tradiciones, los
orígenes de la Naturaleza, del ser humano o de hechos y circunstancias.
Incluyen cierta
dosis de realidad y se transmiten de padres a hijos de manera verbal.
Con el paso del
tiempo, la versión original de las leyendas a veces sufre modificaciones.
Las leyendas tienen
siempre un principio, en el que se presentan los personajes;
un desarrollo, en el que se desenvuelve la historia, y
un desenlace, en el que se resuelven las dificultades.
Leyenda de El Dorado
Esta leyenda
representa la consagración de los nuevos Zipas durante la coronación del nuevo
Zipa,gobernador y cacique.
La laguna de
Guatavita, donde se gesta la leyenda de El Dorado, es un espejo redondo de agua
tranquila y cristalina, rodeada de plantas nativas como el digital, diente de
león y árboles abutilones rojos y amarillos de los cuales el colibrí sabanero
saca el néctar.
Había mucha emoción
en Bacatá, ciudad donde vivía el Zipa, pues todos irían a la laguna de
Guatavita con joyas de oro, esmeraldas, vasijas y mantas tejidas para ofrendar
a Chibchacum (dios supremo) a la diosa de las aguas Badini y a su nuevo
soberano.
Las mujeres habían
preparado mucha comida de mazorcas y chicha (vino de maíz). Toda esta comida era
transportada en vasijas de cerámica hechas en Ráquira, Tinjacá y Tocancipá como
también cestos de palma tejida.
El joven heredero y
próximo Zipa, encabezaba la procesión acompañado de su séquito sacerdotes, guerreros
y nobleza. Tenía un cuerpo fuerte con piel canela aunque pálido por ayuno que
había realizado para purificar su cuerpo y alma y rogar a dioses sentido de
justicia, bondad y sabiduría para gobernar a su pueblo.
Antecedentes de la leyenda de El Dorado
En la aldea de
Guatavita, había una laguna. La mujer del cacique de Guatavita, perteneciente
al grupo indígena muisca*, fue sorprendida en adulterio y fue condenada a un
suplicio por el Cacique. Para que ésta no olvidara nunca el pecado cometido, el
cacique ordenó que todos cantaran el delito a toda hora hasta que la cacica,
desesperada, se lanzóa la laguna de Guatavita junto con su hija, donde murieron
ambas.
El cacique, preso
de remordimiento, consultó a los sacerdotes qué hacer para expiar sus faltas.
Estos le hicieron creer que su mujer vivía en el fondo de la laguna y que tenía
que honrarla con muchas ofrendas de oro.
*Muisca: pueblo
indio que habitaba en el altiplano cundiboyacense y el sur de Santander.
Cuando llegaron los
españoles en el siglo XVI, había varios estados independientes y dos caciques
que se disputaban la hegemonía: el Zipa de Bacatá (Bogotá) y el Zaque de
Hunza(Tunja). Los muiscas se dedicaban a la agricultura, eran alfareros y
fabricaban gran variedad de joyas en oro y cobre hechas en láminas de metal. Su
culto consistía en la adoración de los astros,
de Bochica (héroe
civilizador) y la veneración de los antepasados.
Guía del estudiante
Bimestre: II Semana: 8 Número de clase: 23
Marchaba a la
música de tambores, pitos, fotutos y caracoles hacia Guatavita, esa espléndida
laguna.
Allí la muchedumbre
cantaba alegremente. El sumo sacerdote, de piel cobriza, delgado por los ayunos
y trajeado con plumas, impuso silencio al extender los brazos. El sacerdote era
temido y reverenciado por el pueblo pues era mediador entre hombres y dioses;
era quien realizaba las ofrendas y rogativas y quien curaba enfermedades con
sus rezos y plantas mágicas.
El futuro Zipa se
desnudó y su cuerpo fue cubierto con trementina, sustancia pegajosa, para que
lo untaran con oro
en polvo. Fue un momento solemne: solo se oía el croar de las ranas (animales sagrados),
el canto de pájaros y el correr de venados. Ungido, el joven Zipa parecía
estatua de oro:
¡El Dorado! Despedía
reflejos a los rayos del sol. Subió con los principales de la corte a una balsa
de oro hecha en Guatavita. Se deslizó al centro de la laguna, invoco a la diosa
del agua y otros dioses y se sumergió en laprofundidades. Después de algunos
segundos, emergió sin nada de oro. El ritual lo había consagrado como cacique.
Uno a uno, los
súbditos arrojaron ofrendas a la laguna: figuras de oro, pulseras, coronas,
collares, alfileres, pectorales, vasijas con formas humanas llenas de
esmeraldas y jarras de barro. El cacique también arrojó ofrendas.
La balsa retornó
lentamente a la orilla: había un nuevo cacique quien debía gobernar según leyes
de Nemequene basadas en el amor, destreza en el trabajo y artesanías, en el
valor y honor en la guerra, en la honradez, justicia y disciplina.
La fiesta duró tres
días. Se hicieron competencias de juegos y carreras y se premiaba al ganador
con una hermosa manta. Se bailó sin cesar. Centenares de indígenas seguían el
ritmo de las danzas en forma tranquila o en forma alocada. Después de tres días
de abundante comida, comida y festejos, todos retornaron a sus hogares y
actividades cotidianas: los agricultores a sus faenas diarias, los artesanos
del oro a su orfebrería, los alfareros a amasar barro para sus ollas y vasijas,
los mineros a las minas de oro y esmeralda y de sal; y la mayoría al comercio,
pues era su actividad principal. Las mujeres por su parte, regresaron a su rol
de amas de casa a cuidar los hijos, recoger la cosecha, cocinar, hilar y tejer.
Así transcurrían
los días en esta hermosa sabana con su maravillosa vegetación y quebradas de cristalinas
aguas.
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